Las Pussy Riot del cono sur

El diseño de la autobiografía a partir de imágenes, relatos, objetos, gustos y consumos culturales es una experiencia que, hoy, tenemos en común casi todas las personas. El mundo de belleza, no obstante, se sincera ante nuestros ojos cuando confronta con una acción violenta sobre esa superficie diseñada.

En mayo de 2013 se abrió una muestra en el Centro de Expresiones Contemporáneas de la ciudad de Rosario que se llamó “Probarlas despacio”, curada por Luciana Ponte y con la participación de Adriana Minoliti, Leticia Santa Cruz y Eva Ana Finquelstein. La última de estas artistas presentó un video titulado “Club de Fans – Acto fundacional” en el que ella misma pasaba su lengua por el marco de un dibujo durante unos extremadamente inquietantes sesenta segundos, para finalizar con una placa de letras blancas sobre fondo negro donde decía “hola, Lucas Di Pascuale”. La frase es un ínfimo guiño a cualquiera que esté más o menos familiarizada o familiarizado con la obra de este artista cordobés, quien presentó en abril de 2012 un apunte de edición limitada que se llamó “Hola, tengo miedo”. También es una sagaz respuesta: si Di Pascuale tiene miedo, ahora está claro a quién debería temerle.

En junio de 2013 abrió en el Museo Genaro Pérez de la ciudad de Córdoba una importante exposición individual de Lucas Di Pascuale titulada “Yerba mala”. Durante la semana anterior a su inauguración el artista publicó y difundió por internet la versión digital de un apunte homónimo, con fotografías, textos en primera persona y un ensayo titulado “La ausencia, y otras hierbas”, escrito por Fabhio di Camozzi. La muestra cerró el 31 de julio.
“Yerba mala”, en tanto obra de arte, es sumamente escurridiza para la tarea crítica. La primera dificultad que presenta es que contiene ella misma su propio comentario en el complejo texto propuesto por di Camozzi, que incluye además declaraciones del mismo Di Pascuale en el marco de una entrevista. Es decir, la obra ya contiene un juicio crítico sobre sí misma. La segunda dificultad que podría mencionarse son los 240 likes que el álbum de fotos de la muestra recibió en Facebook, entre otras expresiones decididamente felices tales como la del rosarino Hernán Camoletto (“en medio de tanta vanidad y recetas remanidas, los procesos de ciertos artistas aún nos dan argumentos para reivindicar el arte como espacio generador de discurso”) o la de Zoe Di Rienzo (“me enamoré”). Tercera dificultad, y tal vez la mayor de todas: el estricto sentido de democracia que todas y cada una de sus instancias nos prometen.
¿Y qué sería la democracia aquí? Cualquier persona puede comprender, e incluso encontrar el camino más satisfactorio entre varios posibles para hacerlo, de qué se trata “Yerba mala”. Es la exposición de un artista maduro de Córdoba en la que, mediante fotografías extraídas de varios álbumes familiares, objetos de cerámica de distinta procedencia, libros, dibujos, nombres de películas y cartelitos escritos en primera persona, mediante la lectura que Fabhio di Camozzi hizo sobre la comunidad de artistas locales (lúcidamente analizada como una “ciudad Peter Pan”) o el explícito diálogo mantenido por ellos dos; el primero relata cómo se cruzan a lo largo de su vida la conflictiva relación con su padre, la relación de ese padre con su madre, hermana y hermanos, la llegada de su esposa y de sus hijas a su vida, y el devenir de su práctica artística a través de todas esas relaciones. Es difícil pensar en una manera más estética, democrática y poética de comprender una vida y una obra de arte, tal vez con la única salvedad de las biografías de Facebook.
***
Ahora bien, imaginemos una lente que pone en foco esa imagen que estamos acostumbradas y acostumbrados a ubicar en la periferia de nuestro campo visual. Mariana observa las decenas de fotos familiares que Lucas dispuso sobre una mesa en el museo, al lado de pequeñas piezas de cerámica brillando bajo dos lámparas, mira a su alrededor y dice “estoy a punto de largarme a llorar”. ¿Por qué iba a llorar Mariana, por qué se enamoró Zoe y por qué Hernán decide reivindicar el arte? La razón por la que todo esto ocurrió en simultáneo y en diversos sentidos (es decir, sentimientos amorosos asaltaron a diversas espectadoras y espectadores, aun cuando tuvieron lugar en muy distintos modos y con efectos disímiles) es porque la misma obra hizo gala de esa “inteligencia de elite” sobre la que escribe di Camozzi, pero además lo hizo contaminada por la irresistible belleza del relato biográfico perdido en los placenteros caminos del diseño.
Hoy” dice Boris Groys en su artículo “Auto-diseño y responsabilidad estética”, “uno escucha con frecuencia que el arte de nuestro tiempo funciona cada vez más de la misma manera que el diseño, y hasta un punto es cierto. Pero el problema definitivo del diseño no afecta a la manera en que yo diseño el mundo externo sino en cómo me diseño a mí mismo –o, mejor dicho, cómo lidiar con la manera en la que el mundo me diseña. Hoy, esto se ha convertido en el problema general, omnipresente con el que todas y todos –y no sólo las y los políticos, las estrellas de cine y las celebridades– se ven confrontados. Hoy, todas y todos están sujetos a una evaluación estética –a todas y todos se les exige tomar la responsabilidad estética de su apariencia en el mundo, de su auto-diseño.” Lo que el despliegue del diseño biográfico de Lucas Di Pascuale ha puesto en foco es, justamente, ese confuso proceso por el cual cada quien dedica más y más tiempo a realizar prácticas estetizantes orientadas a reconocerse en el embellecimiento de sus biografías.
Eso explica también aquellos escasos comentarios críticos hacia la muestra, en los que precisamente se plantearon dudas respecto de tener que ver demasiado expuesto a un artista que, en tanto “ciudadano Peter Pan”, nunca nos había dejado allí semejante “anzuelo con carnada fresca para aquellos hambrientos de vida ajena”, como señaló di Camozzi. En efecto, Lucas nunca había hecho eso en una sala de arte pero, una vez más, nada de esto es nuevo si nos remitimos a lo que él (y muchas otras personas entre las espectadoras y los espectadores de la muestra) hace a diario en las redes sociales virtuales. Creo que lo que resultó incómodo fue esa suerte de angustia de contaminación frente a una obra que se desplaza (probablemente de manera involuntaria para el artista) desde las reglas del arte hacia las de los espacios profanos de la comunicación masiva (en los que, en apariencia, opera una falta de respeto a la autoridad que socava la también aparente autoridad intelectual de las prácticas artísticas).
Sin embargo, es discutible la extendida idea de que este osado desplazamiento tenga relación directa con la valentía de Di Pascuale (Fabhio afirma con convicción que esta vez “bajo el saco de buen artista, [Lucas] lleva un chaleco de dinamita”) sino que más bien se encuentra inscripto en un delgado estrato del día a día que, de más está decirlo, comparten de manera similar artistas y no artistas, adolescentes y adultos. Una irresistible fotografía de tres mujeres con pasamontañas de colores en la mesa nos hace pensar, en un mismo gesto estético, en la irreverencia política de las Pussy Riot, en los típicos souvenirs de un viaje a México y en un retrato familiar no convencional que, al fin de cuentas, nos recuerda que Emilia, Catalina y Sandra son tanto sujetos como objetos de esta vida embellecida.
***
Confrontadas y confrontados con un mundo de diseño total, podemos aceptar sólo una catástrofe, un estado de emergencia, una ruptura violenta en la superficie diseñada como razones suficientes para creer que tenemos permitida una visión de la realidad que le subyace.” Groys advierte entonces sobre las sospechas y los riesgos del mundo diseñado, siempre susceptible de descomponerse nuevamente en sus elementos originales: fealdad y diseño.
La tarde del 26 de julio de 2013 recibí un correo electrónico de Eva Ana Finquelstein en el que me decía que (ellas) estaban saliendo para el museo. Llegué minutos después de las tres y lo que encontré en la sala (intacta, por cierto) fue a un grupo de tres mujeres, Eva, Lucrecia y Melani, murmurando la lectura del “Exordio” de Fabhio di Camozzi, repitiendo tres veces cada párrafo y apuntando contra una de las paredes la proyección luminosa de un dibujo digital. Esa especie de misa pagana fue el telón de fondo para mi última visita a “Yerba mala”, que duró dos horas. Con algo de ansiedad, pues al fin de cuentas esperaba que la actividad del Club de Fans desactivara mágica e irreversiblemente los aspectos poéticos de la obra de Lucas Di Pascuale, volví a revisar y fotografiar las mesas, las piezas de cerámica, los dibujos, los carteles y los libros.
La foto de las tres mujeres con pasamontañas de colores se desvinculaba entonces de las Pussy Riot y de los viajes a México cuando las otras tres mujeres recitaban “…Ha vivido cómodo, elogiado, halagado, creído; ha sido incluso un niño muy hábil, niño fenómeno, niño especial. Su obra ha sido el trabajo de un artista emergente extraordinario, de un artista joven soberbio, de un artista productor consentido –al que se le ha permitido hacer casi todo lo que ha querido, y en nombre de los otros”. El Club de Fans, con sus voces, sus luces y con sus propios cuerpos, le restaba una o dos dimensiones a cada objeto en la sala. Acaso eran las palabras de di Camozzi las que se volvían más vehementes que antes y que todo, por una vez actuando directamente sobre la exposición.
***
¿Quién llevaba el chaleco de dinamita entonces? Terminando el ritual, un policía o un hombre vestido de policía entró en la sala. Quizás desconcertado, tratando de entender qué pasaba, también él se volvió hacia los objetos y las fotos para ver cómo estaban. Después sacó un bloc de notas y, de pie cerca del grupo de mujeres, escribió algo. Impaciente, se acercó a mí y me dijo: “cuando terminen, por favor pasen a que registre los nombres”.

+ info
El video “Club de Fans – Acto fundacional”, de Eva Ana Finquelstein, puede verse en https://youtu.be/ZK3-IsvPR5E
El apunte “Yerba mala”, F. di Camozzi y L. Di Pascuale, puede descargarse en www.lucasdipascuale.com.ar
El artículo “Self-Design and Aesthetic Responsibility”, de B. Groys, puede leerse completo en http://www.e-flux.com/journal/self-design-and-aesthetic-responsibility/

Publicado en revista Deodoro, Córdoba: http://www.unc.edu.ar/sobre-la-unc/perfil/editorial/deodoro/2013/numero35

Deja un comentario